May 20, 2015

Seis segundos

“Ella nunca me miraba a los ojos. Siempre tenía otros lugares a los que mirar en las ocasiones en las que los míos buscaban los suyos. Casi resultaba frustrante.

Ella nunca me miraba a los ojos… hasta hoy.

Su encantadora risa en el parque me despistó de sus dedos entrelazándose con los míos; tras echar un vistazo a nuestras manos unidas, mi mirada no pudo evitar subir hasta toparse con un par de curiosos ojos verdes. Me quedé sin aliento.

Fueron los seis segundos más aterradores que he vivido nunca. Caía al vacío, caía mientras la miraba y me miraba, caía y de repente sentí los pies en la tierra. No había vacío, comprendí, había algo. Ella.

Fueron los seis segundos más reconfortantes de mi vida. Al entender que se me había permitido contemplar su alma, me perdí en ella. Buceé, exploré y nos encontré en aquella familiaridad que eran sus ojos. Supe que se sentía tan vulnerable como yo, y por eso me sentí afortunado de haber recibido esa oportunidad de contemplarla.

Fueron los seis segundos más eufóricos del mundo. Pensar que ella estaba investigándome tanto como yo a ella y que, tras tanto tiempo, ninguno hubiera rechazado la mirada del otro, despegó mis pies del suelo y me hizo sentir que volaba. Mi pecho se infló de aire y de calidez, y sentí que en ese momento sería capaz de hacer cualquier cosa. Incluso de besarla.

Fueron los seis mejores segundos de mi vida… hasta que llegaron los siguientes seis segundos. Y los siguientes. Y los siguientes.”

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